domingo, agosto 09, 2009

VI. hábito





había sido otro mal día. nada había salido bien. sí, lo recuerdo. ese día no había sido mi día. ¿recordás ese dicho que dice "malo para el juego, afortunado en el amor"? bueno, claramente ese día había sido malo para el amor pero bueno para el juego; en el trabajo me forzaron a tomar una decisión que desencadenaría en dos posibles resultados: el bueno o el malo. desencadenó en el bueno, pero terminé perdiendo a la mujer de mi vida.

así fue como terminé esa noche en la barra del bar. la banda tocaba ese viejo blues que hacía helar mi sangre. era ese mismo blues tan frío como el día que la conocí. estaba sentado a la barra con mi mirada fija en mi trago. necesitaba un cambio. recuerdo pensar que quizás debía intentar fumar... me tentaba el humo de un cigarrillo que chocaba contra mi rostro.

ahí fue cuando recordé a la mujer a mi lado. ella hablaba, pero yo había apagado mis oídos para su voz por un tiempo y ahora los había vuelto a encender.

- creo que será mejor que me vaya, - le dije - ni siquiera sé quién sos.

y era verdad. no tenía ni idea quién era ella. ¿debería haber tenido alguna razón para querer saberlo? el no tenerla, ¿me hacía un mentiroso? ¿hacía de mí algo malicioso como un veneno? ¿me hacía estar vivo?. rompí en llanto. la mujer se aproximó un poco más y me alcanzó un pañuelo.

- estoy segura que no se merece tus lágrimas - me susurró mientras ella me limpiaba las lágrimas con el pañuelo que yo había rechazado a aceptar.

- ya me siento bien, no se preocupe.

- rompé un vaso, ahogate en alcohol. hace lo que te funcione mejor. no importa cual sea. yo estoy con vos.


y así fue como media hora más tarde me encontraba sentado a una mesa tomando un vaso de vodka y contandole mis problemas a una total desconocida. ella asentía o negaba con la cabeza y hacía algún comentario o crítica sobre los eventos que le relataba.

había dos vasos en la mesa delante mío. hay dos ojos rogando, pero no son los míos. poseen una resolución firme de pelear para sobrevivir. yo, en cambio, me mantengo indiferente. todos los que hubieran hecho lo mismo, por favor, digan "yo".

la mujer me tomó de la mano y luego me reveló el secreto más preciado: era algo tan obvio, pero que tanto me costaba ver y admitir.

- la querés, la querés y por eso lo intentás, - dijo - y puedo ver por qué la necesitás... la necesitás porque la amás y te morís cada vez que no sentís su presencia a tu lado.

la verdad fue tan dura y tan certera que desvié mi mirada hacia la banda para evitar que la extraña me viera llorar por segunda vez. cuando me recompuse, me digné a devolverle la mirada pero para mi sorpresa la extraña ya no estaba.

volví los 4 días siguientes a la misma hora al mismo bar pero no había rastros de ella. pero eso no me detuvo: a la semana siguiente volví. obtuve el mismo resultado. pero nunca bajé los brazos. iba a encontrarla, necesitaba encontrarla pues encontrar a esa extraña que me reveló mi más sincera escencia se había vuelto en mí un hábito.



El Barón McBeal.-

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