domingo, septiembre 06, 2009

XVIII. lo intelectual, lo callejero

yo nací bajo la luz de un farol viejo en la calle porque mi madre no llegó al hospital, en esa calle de conventillos donde los hombres se asoman en las ventanas durante la noche. cuando era chico era la voz principal de un coro de huérfanos en la iglesia del barrio y cantaba con todas mis fuerzas. eso fue hasta que crecí mucho y ya no había lugar para mí. y fue ahí, entonces, cuando todas esas notas que yo solía tocar en el piano y bailar en el ballet parroquial de segunda mano dejaron de existir y sólo quedaban los bichos de la noche para guiarme a casa con su serenata nocturna de la triste suerte.

la lluvia no tenía fin y la tristeza en mi corazón... ¿podría haber encendido una luz y brillar en la oscuridad? esto no ha de cambiar pues el tiempo simplemente se coloca una máscara más bonita para cubrir la fachada detrás. soy bueno para lo intelectual, soy estúpido para lo callejero.

por eso, no me busques más en el confesionario. estoy con mis lapiceras, mis pinturas y mi seco vermú tratando de descubrir alguna pequeña verdad escondida en estas cartas que sostengo contra mi pecho.

la lluvia aún cae sin fin y la tristeza de mi corazón... debería encenderse y alumbrar la oscuridad. ay, pero no! esto no ha de cambiar pues el tiempo simplemente se coloca una máscara más bonita para cubrir la fachada detrás. soy bueno para lo intelectual, soy estúpido para lo callejero.

la lluvia aún cae sin fin y las maravillas de mi corazón aún brillan e iluminan dejando entrar... aún brillan e iluminan dejando entrar a la oscuridad.


El Barón McBeal.

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